viernes, 3 de junio de 2011

VIVIR EN UNA PESADILLA.

Se habla mucho de violencia hoy en día, de la violencia que hay en mi país, en mi estado, en mi ciudad; y de cómo la delincuencia organizada parece ir ganando la batalla contra el gobierno; se habla de muerte, secuestro, robos; pero muy poco se habla del daño psicológico y emocional que todo esto nos está ocasionando. Yo veo estos daños en mi madre que después de haber vivido una mala experiencia hace ya un año, que no relataré aquí, no da datos por teléfono aunque esté hablando conmigo y no ha vuelto a salir de casa cuando ya oscureció; lo veo en una amiga que vive al pendiente de las noticias, que se altera cada que escucha las sirenas de las ambulancias y que ha terminado por odiar salir a la calle; lo veo en ellas y muchas más personas, pero hasta ayer no lo había visto con claridad ni en mí, ni en mi hermano que tiene una personalidad muy parecida a la mía. Ayer le conté que había tenido pesadillas, "soñé con un ente que no podíamos atrapar", le dije. "Yo no te conté que el viernes soñé que yendo en el carro, otro auto se detenía bloqueándome el paso y mataba a tres tipos de una camioneta; al matarlos empezaba a voltear para todos lados y me veía, entonces empezaba a dispararme y yo me bajaba del carro y me tiraba bajo él. Desperté muy asustado, por eso el sábado no quise salir en la noche", me contó. Yo me sorprendí de la última afirmación: ¡un sueño tan real provocó que el cambiara sus planes!

 Después de pensarlo entendí que lo que hace más terrible ese sueño es que en efecto, sabemos que algo así realmente puede pasar hoy en día. Entendí su sueño porque hace un mes, en sueño, me vi correr perseguida por hombres armados que llegaron a la parada del transporte público, decenas de estudiantes y yo corríamos al quedar en medio de la balacera. Escondida en una especie de caseta vi cómo eran acribilladas con un balazo en la frente alguno de esos estudiantes y cómo una de esas balas estuvo a punto de darme. Fui perseguida por camionetas y me vi correr cómo jamás podría hacerlo en la vida real; sentí el miedo desbordándose en mi pecho y vi la realidad de la muerte al llegar a un lugar del que no podía escapar. Al despertar el miedo no se borró de mi cuerpo, y quizá jamás se borre.

 A esto hemos llegado: balas invisibles nos traspasan día con día, al escuchar las noticias, los rumores, los miedos; poco a poco se van alojando en nuestra mente todas esas escenas de horror; lentamente nos vamos convirtiendo en la generación que vio la sangre derramada. Nos han hecho daño a todos, con balas reales, con balas invisibles, todos hemos sido tocados ya; sólo espero que algún día todos podamos despertar de esta pesadilla en la que hemos empezado a vivir desde hace más de un año y que podamos curar nuestras heridas.

1 comentario:

  1. Nunca creí que realmente pudiera convertirme en agorafóbica; ahora que estoy aquí, encerrada, con temor hasta de estar dentro de mi casa me pregunto qué tan buena psicóloga soy. Lo peor para mí es la otra parte de la sociedad, que se burla, que lo toma a broma, que se ha vuelto insensible a todo esto. No se qué será peor -útil o funcional, si quieres algo más objetivo- si vivir con miedo constante, o ser tan insensible como para hacer mofa de todo esto.

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