viernes, 12 de julio de 2013

Paisajes.



Un campo arado. Terrones. La cosecha que espera.

El mar. Transparente. El color del viento azotando el agua. Polvo que toma forma de arena.

La lluvia inunda el patio. En el huerto la vida ríe. Un relámpago: el miedo.

Un cuarto. Una cama. El televisor que nadie mira. Un cumpleaños que nadie reconoce. Los 18 y el silencio.

La avenida imposible de cruzar. La multitud. El ruido. Un insecto diminuto entre las calles.

La pantalla. El procesador de texto creando hileras de palabras. 

Este paisaje. Los otros.

jueves, 11 de julio de 2013

Canícula.

Lo más profundo. 
La piel que arde tras el sol. El ruido de las vértebras bajo el incencio.
¿Qué es este vapor?
¿Y ésta rabia que se esfuma?
¿Qué es el grito que sale de tus hombros?
La canícula tu nombre.
[Y el tiempo. Y la espera]
¿Qué es esta llamarada que funde los terrones?

lunes, 8 de julio de 2013

Pixeles.



Lo cierto es que recuerdo. Todo el tiempo te recuerdo. Me recuerdo. Nos recuerdo. 
Lo cierto es que evocar aquellos años me da paz. Que todo lo dicho, que los tiempos, los tragos, el humo y las palabras siguen aquí, en el espacio que mi memoria nombra "familia".
Y aquellas carreteras. Las que nunca recorrimos. Las cosas que dijimos a destiempo. Los abrazos que llegaron años después. Las ausencias. Este ir y venir. Los cambios. El insomnio.
Aquellas carreteras. Las que quisimos cruzar. Las que juramos que jamás pisaríamos. La presencia un día cualquiera. Los libros y esas historias que escribimos a dos manos.
Las fotografías, miles de ellas. Discos duros repletos de momentos. Nos tocó esta época. No ha habido fotografías reveladas estos años. Sólo pixeles que nos mantienen cerca. 


Lo cierto es que nos recuerdo todo el tiempo y en memoria sigues ocupando el espacio señalado.

Los hay...

Hay quienes caen en su propia trampa. Los hay. Igual que aquellos que se dejan devorar por la noche. Que cierran los ojos y dan un paso hacia la línea. Hacia el hilo. Un paso en un punto sin retorno.
Otros más cuelgan cortinas en lugares que no les pertenecen. Pintan paredes, atornillan puertas. Colocan el decorado que otros no verán. Los hay. Los otros. Esos que no conocen más que los nombres que los días colocan en su patio. Esos que evitan el paso hacia el punto sin retorno. Y la línea. El hilo.

domingo, 7 de julio de 2013

De viaje en viaje.

Llevo ya casi siete años mudándome de un blog a otro, cambiando mis palabras, el tono, la ortografía, el estilo y hasta el sentimiento. Todo lo posteado se ha convertido en parte de mis diarios de viaje. Y no, muchas veces no reconozco a aquella que escribía con mayúsculas y pregonaba su corazón herido. Y no, no reconozco a la de la esperanza vana, a la del optimismo producto de una noche de canciones. Estaba huyendo. Huía a través de los cambios de url o a través del diseño de mis bitácoras modificado una y otra vez. 

Muchas veces estuve cerca de ser quién quería ser. Cerca. Muy muy cerca. Pero no era el tiempo. No era el tiempo exacto. 

Mi memoria no me engaña, recuerdo las sonrisas, la esperanza, recuerdo también aquella tristeza que durante mucho tiempo no conseguí eliminar, recuerdo tantos y tantos y tantos errores. No. La memoria ni estos diarios mienten. Las frases en clave siguen siendo comprensibles para mí. Aún sé identificar qué alegría explican o que miedos ocultan. Aún sé cosas que más valdría olvidar y cosas que quiero guarecer en mi memoria. Me he perdido tanto. Me he encontrado tantas veces. Que ya no sé si la que de ahora es la misma de hace años. No lo sé, pero me gusta. Me gusta su nueva calma, su sonrisa. Me gusta que no está siempre enojada y que sabe perdonar y perdonarse. Tiene mi nombre y el mismo andar sin garbo. Tiene mi nombre, pero ha aprendido a ser feliz.

Es feliz y quiere regresar.