Se miró en el espejo; algo había comenzado, como una semilla mal plantada poco a poco empezaba a germinar en su interior una idea: ella era hermosa y eso era algo que ni el tiempo podría quitarle. Apartó el cabello de su frente y dedicó unos minutos más a observarse con detenimiento; le sorprendía cómo con una simple frase Miranda había conseguido transformarla, convertir su grisácea imagen en un cuerpo lleno de vida y luminosidad. Le sonrió al espejo, no podía evitar esa sonrisa, ni el escalofrío en su piel cada vez que recordaba la noche anterior; los ojos fijos de Miranda que tantas veces la habían visto con afecto antes y el tono de su voz al decirle lo que ahora no podía olvidar. Le parecía increíble lo que una simple frase había desatado y todo lo que un tenue batir de pestañas empezaba a provocar en su vida; no podía despertar del sueño en el que ella y Miranda habían hablado al fin con la verdad...
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