Una de las cosas que he tenido que aprender en terapia es a aceptar que habrá días negros, de nuevo. Es difícil aceptar esta perspectiva tras varias sesiones en las que todo marcha bien, en las que el malhumor y la tristeza no han estado presentes y en las que el control de emociones ha ido en aumento. Pero es verdad, por más que aprenda a identificar mis distorsiones y a convertirlas en pensamientos funcionales basados en la evidencia, tarde o temprano llegará algún día negro a perturbarme. Es entonces cuando empieza la verdadera batalla, es entonces cuando toca elegir: pelear contra esa oscuridad o dejar que me cubra por completo.
Ha ocurrido. Ese manto oscuro lleva varios días cubriéndome, hasta ahora me he dedicado a mantenerlo a raya, procurando que no me toque demasiado, buscando zonas que aún están un poco iluminadas; corro el riesgo, lo sé, de que por aplazar la lucha, la oscuridad se adhiera a zonas de mi vida que empezaban a brillar. Quizá escribirlo sea el inicio de esta guerra. Quizá sea el momento de buscar las ideas que mantienen estos días negros y modificarlas. Quizá aceptar que los días negros han vuelto sea el comienzo una pelea que esta vez pienso ganar.
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