domingo, 7 de julio de 2013

De viaje en viaje.

Llevo ya casi siete años mudándome de un blog a otro, cambiando mis palabras, el tono, la ortografía, el estilo y hasta el sentimiento. Todo lo posteado se ha convertido en parte de mis diarios de viaje. Y no, muchas veces no reconozco a aquella que escribía con mayúsculas y pregonaba su corazón herido. Y no, no reconozco a la de la esperanza vana, a la del optimismo producto de una noche de canciones. Estaba huyendo. Huía a través de los cambios de url o a través del diseño de mis bitácoras modificado una y otra vez. 

Muchas veces estuve cerca de ser quién quería ser. Cerca. Muy muy cerca. Pero no era el tiempo. No era el tiempo exacto. 

Mi memoria no me engaña, recuerdo las sonrisas, la esperanza, recuerdo también aquella tristeza que durante mucho tiempo no conseguí eliminar, recuerdo tantos y tantos y tantos errores. No. La memoria ni estos diarios mienten. Las frases en clave siguen siendo comprensibles para mí. Aún sé identificar qué alegría explican o que miedos ocultan. Aún sé cosas que más valdría olvidar y cosas que quiero guarecer en mi memoria. Me he perdido tanto. Me he encontrado tantas veces. Que ya no sé si la que de ahora es la misma de hace años. No lo sé, pero me gusta. Me gusta su nueva calma, su sonrisa. Me gusta que no está siempre enojada y que sabe perdonar y perdonarse. Tiene mi nombre y el mismo andar sin garbo. Tiene mi nombre, pero ha aprendido a ser feliz.

Es feliz y quiere regresar.

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