domingo, 16 de agosto de 2015

Cuando todo parece una amenaza.



Es difícil para cualquier persona aceptar que se tiene ansiedad; que se vive con una sensación de alarma constante; que algo dentro de uno se ha averiado y hace que todo parezca peligroso y amenazante. Sí, para cualquier persona es difícil aceptarlo; pero, pienso, lo es aún más para alguien que ha concluido con éxito un proceso terapéutico en el que se resolvieron temas que nada tenían que ver con ansiedad y que, además, se dedica a la psicología.
Y en efecto, me ha costado mucho trabajo darme cuenta primero y después aceptarlo, creo que una parte de mí aún no lo acepta; que una parte de mí aún me dice que éstos no son síntomas de ansiedad; que este terror ante lo desconocido, ante los cambios, son normales en mí. Pero el caso es que no, lo que me viene ocurriendo hace más de año y medio no es normal. No es normal paralizarse ante la idea de un mínimo cambio en mi vida; asustarme y llorar porque no quiero moverme ni un milímetro del lugar seguro en el que estoy; perder la capacidad para disfrutar cosas nuevas; ver una serie tras otra para no tener tiempo de pensar; el dolor en la boca del estómago cuando hay un mínimo cambio en mis planes. No, no es normal.
Siempre he sido una persona con rasgos más bien depresivos; con etapas de apatía y aislamiento; los síntomas ansiosos habían sido pocos y siempre había conseguido mantenerlos a raya, hacer que aminoraran; pero el caso es que en los últimos años pasaron tantas cosas; se activaron tantas alarmas reales; la frustración vino una y otra vez; perdí sueños y personas, que ahora no consigo apagar esas alarmas, ni creer en un futuro halagüeño.
He sabido muy bien cómo ocultarme a mí misma lo que estaba pasando; ir sorteando los pequeños obstáculos y minimizando mis sentimientos; pero estas últimas semanas esa parte de mí bajó la guardia y me hizo darme cuenta de lo que estaba pasando. Aún no entiendo mucho de esto; todos esos libros que he leído, los pacientes con ansiedad que he tratado; mis conclusiones lógicas, nada de eso sirve en este momento. Por ahora trato de convencerme de que el inicio de toda solución es el conocimiento de que algo pasa; de que algo falta; de que algo está fallando. Por ahora al menos me tranquiliza la certidumbre de saber qué es lo que ocurre. Por ahora sólo puedo pensar en esta "ahora".

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