Esta noche:
esa noche.
Dijimos
que era neblina. Que no era nada.
[Esa
noche].
Las
palabras al día siguiente.
No eran
nada.
Tampoco
la neblina.
No
había un sol.
Y la
extraña petición.
Más extraña
que el autobús que fue abandonado.
“Tengo
que irme”, dijiste en el último escaño.
“Tengo
que irme” y ya no estabas.
Dijimos
que no era nada.
Que esa
neblina no era nada.
[Y la
extraña petición].
Ahora viajo
en lo enormidad de un autobús vacío.
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