Muchas veces hago planes y nunca cumplo esos planes; tal parece que estoy programada para jamás cumplir las cosas que me propongo, para no recordar los eventos importantes, los pendientes, y mucho menos para sentarme y escribir todas las cosas interesantes -ajá- que a diario revolotean por mi cabeza; las agendas no me sirven por una cosa muy sencilla: siempre olvido consultarlas y termino usando nuevas agendas que me recuerden revisar los pendientes escritos en las anteriores, todo un caos, sí, señor. Por más increíble que parezca -de nuevo: ajá- las cosas que olvido con mayor frecuencia son aquellas que verdaderamente me importan: escribir un cuento que tengo abandonado, cuidar mi salud, aprender a cocinar, envíar los cuentos que tengo listos a concursos (en mi cuarto hay como un par de sobres que se quedaron listos nada más: olvidé llevarlos al correo), hacer ejercicio, escribir en el blog, ver un par de series y películas que tengo hace mucho, pasar más tiempo con mi familia y amigos, no desesperarte tanto, y un un sinfín de cosas más que han quedado relegadas por mis interminables momentos de ociosidad y olvido.
Y pese a todos estos olvidos lo único que hice este megapuente fue: leer, dormir, comer y pensar, y así uno a uno se fueron desprendiendo los días como papeletas de calendario, el resultado: el domingo mi tristeza por las historias no escritas, por la salud no cuidada y por el tiempo no aprovechado, me hizo odiar, como siempre, el lunes...
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