Ya son cinco años. Cinco largos años. No ha sido fácil para mí aprender a dejar mi soledad y el egoísmo con el que uno que uno aprende a convivir cuando se está solo.
Ha sido difícil aprender que somos diferentes y que no debo presionar para provocar cambios que no necesariamente son buenos. Ha sido difícil luchar contra todas las historias tristes que me han perseguido desde la infancia. Ha sido difícil aprender que puedo ser una mejor versión de mí misma. Ha sido difícil pasar de ser una "adolescente" de 23 años a una mujer de 28. Sí. Ha habido un montón de cosas difíciles en esta relación. Pero hoy, a la una de la mañana he descubierto que me gusta en lo que nos han convertido todas esas dificultades. Me gustan mis esfuerzos y sus esfuerzos. Me gusta ceder. Me gusta que ceda. Que lleguemos a acuerdos. Que hagamos pequeñas cosas que nos hacen felices. Que hablemos. Y hablemos. Y hablemos. Hasta solucionarlo todo. Me gusta descubrir, después de estos cinco años, que amor también es lavar los platos a la una de la madrugada y sonreír porque mañana ella no tendrá que hacerlo.