No sé si les he contado que estoy tomando clases de inglés, bueno el caso es que en mi clase el 90 por ciento de mis compañeros y compañeros son menores de 18 años, bien, pues el caso es que tras la primer semana de repulsión total he empezado a acostumbrarme a ellos, a veces hasta me río un poco de esa necesidad de estar moviéndose continuamente, de esa desesperación por ser vistos y por ser escuchados y de esas ganas de vivir que la mayoría de ellos irradia.
Ayer, por ejemplo, me tocó escuchar como mi compañerito de al lado hablaba de cómo habían terminado con él un día antes, me llamó la atención notar cómo era capaz de hablar así de sus sentimientos, sin la represión ni los bloqueos que como adultos nos autoimponemos para mantener el estatus, para evitar ser dañados y/o para no quedar como tontos si no somos comprendidos.
Yo nunca fui así, empiezo a creer que jamás fui una adolescente, no tuve ese impulso por la vida, y mi necesidad, al contrario que la de ellos, era pasar totalmente desapercibida, cerrar los ojos para ver si así el mundo no me veía.
Todo eso me hace pensar en sí el mundo habrá cambiado, o solo soy yo que siempre he ido o un paso adelante o un paso atrás de mi generación. No lo sé, pero a veces me gustaría que volvieran cosas a mi vida, cosas que desgraciadamente nunca pasaron: desearía recordar a mi amor de juventud, pero no lo tuve, desearía recordar mi primera borrachera adolescente, pero no la tuve; quisiera recordar aquella vez que rompí las reglas, pero no lo hice; quizá me toque algún día modificar un poco mis memorias para que quede constancia que he vivido... Mientras tanto seguiré soñando que las cosas vuelven en sueños que no me pertenecen.